sábado, 18 de febrero de 2017

¿ Y tú, qué haces?

Ya sabes que me dedico a la profesión más maravillosa del mundo, soy MAESTRA. Llegué a ella por pura casualidad, tras algún tropiezo que otro, el destino me llevó dónde tenía que estar, dónde pasaría y paso momentos inolvidables y mágicos. 
Soy  antisistema y rebelde por naturaleza, no soporto la injusticia, ni a esa gente que mira hacia otro lado o no es capaz de empatizar con el que sufre. Por ello intento cada día que mis pequeños-grandes alumnos sean felices cada día, aportar mi granito de arena y sacarles una sonrisa. No me cabe ninguna duda de que un niño que se siente querido y escuchado aprenderá más y mejor, y muchas veces olvidamos todo esto en los Centros.
Desde que llegué a mi colegio, han sido muchas las veces que hemos tenido que recurrir a los trabajadores sociales para atender distintas dificultades y necesidades que sufrían nuestros niños o sus familias. Yo siempre me quejaba de que no se hacía lo suficiente, que no se le prestaba la atención que se requería, que no,que no.... Hasta que un día un trabajador social me dijo: " Y tú, ¿qué haces?". No pude responder.
Hasta ese momento no me había dado cuenta de que no paraba de quejarme, pero que quizás nunca había hecho nada para hacer cambiar esa dura realidad que no me gustaba. Sí, muy antisistema y muy rebelde pero qué estaba haciendo yo para combatir y luchar por todas esas injusticias que veía y vivía cada día. NADA.
El destino, de nuevo, me envió la solución. Una psicóloga de Cruz Roja vino a nuestro Centro para hablarnos del tema del acogimiento. No nos podemos ni imaginar la cantidad de niños que se encuentran en centros o pisos de acogida, y estoy segura que no están todos los que deberían estar. Niños y niñas que se merecen no una oportunidad, sino TODAS las oportunidades, no podemos imaginarnos por las circunstancias que han pasado y todo lo que han sufrido.
Tras esa charla en mi Centro comencé con el proceso de acogimiento, fue todo muy rápido. Y por fin llegó esa tarde en la que nos conocimos, en la que nuestra vida cambió para siempre. Esa tarde en la que me preparaste una rica merienda, pero no me ganaste por el estómago (a pesar de que cocinas de maravilla), me ganaron tus ganas de ser feliz, y sobre todo, de que a pesar de todo por lo que habías pasado, no había ni un ápice de rencor en tus ojos, no había rabia, ni dolor, solo ganas de ser FELIZ.

Como en la entrada anterior, os hago un avance de la próxima. No puedo olvidarme en estos momentos del papel importante que mi familia ha jugado en el acogimiento. Así que la próxima entrega de esta historia va dedicada a vosotros, a mis GARCíAS, una de las mejores familias del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario